Te hablan mis rodillas Señor,
Porque en mi boca…
Se me ahogaron las palabras,
Del cinto de mi fe brotan flamantes cantos,
De mi lira, las alabanzas escritas con virtud.
En la aurora de mi alma desnuda,
Te entrego los engaños
De mi caballo de Troya,
Recibiendo con nobleza el nombre,
Que solo Tu, primaveral eterno,
Lo has escrito sobre mi frente,
Haciéndome parte de la estirpe real.
Solo Tú me pudiste quitar la daga suicida,
Bautizándome la higuera sin fruto
En la tempestad del nuevo retoño,
Limpiándome del lodo…
Cambiando la razón social de mi vida.
El talón de Aquiles me lo cambiaste también,
Por la sanación de las heridas de Cristo,
Entregándome la viña para tu obra.
Si antes era adicto al pezón amargo,
Ahora escucho las campanas del cielo,
Comiendo de las manos de Jesús.
Gracias por levantarme del ataúd,
Desde donde pedía la cabeza de Juan,
Teniendo como concubina a Dalila…
¡Qué espanto!
¿Si tengo razones para acribillar
El papiro con el pincel,
Endulzándote el oído
Con la brisa de mi serenata?
¡Señor…mejor me callo!
Voy a dejar que te hablen mis rodillas.